LOS CIMIENTOS DE LA APARIENCIA



Nunca avisa el desorden.
Nunca avisa la risa en la blancura,
el hosco aliento de la muerte,
y en tu boca un placer incalculable
sabor a limón.
Apenas pesa mi cruz. La llevo en la espalda
revuelta a los huesos.
Esta es la luz de la sed, la noche líquida.
Dame tú el agua cuando vengan a llevarme.



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