CON ESTA GUERRA, NO CONTÁBAMOS
Allí, donde el cielo
estrellado es tu techo,
cobijo de cemento, última
posesión de los olvidados,
allí está hoy tu hogar.
La nausea decadente
instalada en estos días
y la ceguera común que
nos asola,
engordan a la bestia
atroz, carente de latido y alma.
La visión produce
arcadas y espanto.
El empobrecimiento de
la mayoría,
se palpa día a día en
los parapetos de la caridad.
El saqueo silencioso
que el miedo ha propiciado, continua
y aunque yo coma a diario, por esta abominable tortura
me duele hasta el
vomito inapetente de una bilis vacía.
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