DOLOR EXTRANJERO



La música del agua no paró de crujir,
convirtiendo en barro las huellas  pavorosas del incendio.
Sedimentos sonoros, ruido de cráter y labios sellados
que olvidaron conjugar las palabras.
Eras verso libre; nada te sometió a la métrica
confusa que desprenden los bullicios
sabiendo enderezar, el rumbo del poema.
En las alturas, tu voz es melodía estéril de camposanto
que deja a merced del silencio, la fina piel nos ampara.


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