LADY AUTOPISTA

Después de la tormenta,
la ciudad se iluminaba
con el menear de tus caderas.
Resplandeciente brillo de violetas
en la perfecta arquitectura de tu rostro.
Atónitos los transeúntes, se paraban a mirar
el hipnótico baile de la belleza encarnada en ti.
Hubiera querido saber retenerte
pero no fue fácil para un mortal.
Diosa perfecta de los besos,
para ti sólo fui aperitivo.
Supiste nadar y guardar la ropa
y yo, quedé despojado de gracia,
abrazado a un vacío de sombras
donde el amor es morgue y mortaja.

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