SÓLO QUEDA

Vivíamos en un ático cerca de la luna.
Las constelaciones guiaban nuestros pasos
y entre los cráteres nos amábamos
ingrávidos y libres.
Construimos una burbuja impermeable
y conseguimos aislarnos
del caos y el desorden que latía
abajo en las calles.
Debimos cometer un pecado atroz
pues fuimos condenados
a los sótanos callados de la tristeza
donde apenas se respiraba luz.
Hoy, de aquel brillo de estrellas,
sólo queda el polvo cegador
que levanta la manada en estampida.

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